La nada es tu miedo,
la oscuridad de tus fantasmas:
un carruaje milenario de vagones muertos
que se hunde en su lodo marchito,
instalan años luz
para alcanzar tus gritos.
La nada es sostener lo no nacido
acuchillar tu poder,
la soberanía de tu paz.
Es no querer quitarte el polvo de los huesos,
creer que después del final
está la muerte,
que no se nace de nuevo.
Creer que esclavizarte es salvación,
perpetuar la desdicha en la médula
escondida en tanto ruido.
La nada es fingir.
Buscar emulación en círculos
a cambio de tristezas.
La nada es el vacío suspendido
de la ausencia.
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