Que este desierto tome mis hombros
y me lleve por los
aires,
me suspenda.
Que vea sin tocar,
sin cambiar, sin asir,
sin entrar, sin salir.
Que solo transcurra,
vuele con el
ritmo del tiempo
sin pretensiones, ni propósitos,
sin poner puntos o
rayas.
Que el silencio me
grite en el oído
y despierte en otro cuento
en el que nada somos
nada nos pertenece
nada esperamos
en el que descubra una
alegría simple
inexplicable
irracional.
Un cuento que me
enseñe a amar
segura y libre
de mis pasos,
solo abrazada a la
belleza
de tantos misterios
dormidos.